Club Atlético Independiente de Ricardone
La Inteligencia Artificial puede hacer incontables cosas. Puede escribir, de hecho. Y puede escribir sobre básquetbol. Ahora bien, como artifical que es, no podrá escribir acerca del sentimiento, de las emociones o de las convicciones de la gente que le da vida al básquet en el Club Atlético Independiente, de Ricardone, donde nuestro deporte ha ganado un espacio llamativo en no más de 15 años.
Que el básquetbol de la Asociación Rosarina ha crecido en magnitud, en organización, en participación en competencias, en inclusión y en cantidad de instituciones afiliadas es incontrastable. Ahora, que haya florecido así en una institución situada en una comuna de seis mil almas y que está a menos de 80 cuadras de San Lorenzo, donde el básquet sí tiene prosapia, es un hecho digno de ser abordado y conocido.
«La historia es corta pero estamos marcando un camino»
Se dice que 5 mil camiones pasan a diario por Ricardone a través del bulevar Cafferata, nombre que toma la ruta A012 cuando pasa por allí. Ubicada a 31 km al norte de Rosario, según el último censo nacional tenía 5964 habitantes en 2022. Con eso todavía está lejos de ser ciudad, aunque duplicó y más el número censado en 2010 (2703).
Fue fundada en 1890, pero el básquet le pasó siempre por el costado hasta hace unas tres décadas, más o menos. 15 años atrás, Sebastián Giraudo – alguna vez jugador de formativas en Garibaldi y en Rosario Central – desembarcó con su Proyecto Básquet. Tenía 19 pirulos, con ganas inabarcables y una visión que hoy redunda en un presente que muestra, representando a Independiente, a nada menos que 220 basquetbolistas; el 4 por ciento de la población comunal. Es mucho, claro.
«Siempre con autocrítica y humildad, trabajando, escuchando y aprendiendo de mis errores, que cometí muchos, en 15 años llegamos hasta acá. La historia es corta pero ya estamos marcando un camino», dice Sebastián, que es docente, entranador nacional de básquetbol nivel 2 y coordinador del baloncesto de Independiente, donde también está a cargo de las categorías U9 a U15, junto a Thiago Pajello y a Bautista Meroi.
«La historia es corta». Ah, la historia. «Que no haya tradición basquetbolera es un problema. Hay pocos hijos de jugadores y necesitamos mejorar la competencia y la calidad de nuestros basquetbolistas, pero nos faltan horas y espacio (compartimos el gimnasio con voley y patín) y tampoco podemos dejar de lado lo social: si un chico de 15 viene a aprender a jugar no podemos decirle ‘No’. Así, llegar al alto nivel es más difícil, pero es el camino que elegimos», marca Giraudo.
Pero, ¿cómo se llegó a 220 jugadores con las condiciones demográficas, urbanas e históricas descriptas? «Organizándonos bien y haciendo lo mejor posible con las condiciones que tenemos. Y contando con una subcomisión de básquet con papás colaboradores, única forma de conseguir fondos. En lo estrictamente basquetbolístico, intentamos potenciar el sentido de pertenencia al club», responde el coordinador.
La estructura, los nombres, el trabajo
En Independiente se juega desde los 3 años: la categoría Mosquitos. Desde allí y hacia arriba U13, U15, U17, U21, Primera y hasta Veteranos. Esto, en la rama masculina. La femenina está algo raleada, aunque conoció momentos de mayor captación. Ya volverá eso,.
Femenino, Mosquitos y Escuelita están bajo la dirección de Milena Angelelli, que lleva adelante dos estímulos por semana (el resto tiene tres). Desde U9 hasta U15, ya se mencionó: Giraudo, Pajello y Meroi. U17 y U21, Paolo Tettamanti. Y Primera, Leonardo Ruiz Díaz. La profesora Ruth Toldo prepara físicamente a todos, excepto a Mosquitos. Que hasta los más chicos reciban orientación física es poco frecuente pero tiene un por qué: «Es fundamental para desarrollar la primera experiencia motriz, los movimientos básicos; claro que estimulando como corresponde dependiendo de la edad y la etapa evolutiva», argumenta Sebastián, profesor de educación física además.

El día a día, el vínculo social, la idea. La vida misma
Todo luce lindo, pero en tiempos tan económicamente duros y en una comuna de población reducida, ¿cómo se obtienen esos fondos de los que se habló más arriba? «Con la cuota deportiva de 15 mil pesos mensuales, con tres tandas de buffet y una de parrilla cada día de partido de las formativas y generando hechos en paralelo, como matinés y té bingos». Cada fuente de ingreso cubre una determinada erogación y cooperan todos los padres y hasta los jugadores de Primera. «Así se genera un vínculo social que está buenísimo».
¿Y lo deportivo? «Los resultados nos importan, pero prefiero que los chicos se desarrollen bien como personas, con valores y empatía y aprendiendo a compartir. Hay que ayudar en la construcción de las personas a través del deporte», define con firmeza Giraudo. Y antes de iniciar un nuevo día en el club, cierra: «No sabés lo lindo que es ver, en los partidos de Primera, la cancha llena de chicos».
La tarde de otoño en Ricardone es fresca pero apacible. Por las calles sin asfalto se pisan las hojas caídas del otoño. Pero el básquet de Independiente de Ricardone florece como en primavera.